martes, 25 de octubre de 2016

"Contra el machismo, ¿faldas?", un artículo de Elena Köhler

Un gran error de la sociedad es pensar que el machismo sólo se encuentra en la violencia doméstica, las violaciones o la desigualdad salarial. Y aunque estos son asuntos muy graves hay otros actos que suceden en nuestra vida cotidiana, pero al estar ya acostumbrados a ellos muchas veces no nos damos cuenta del machismo que esconden detrás. Son los denominados: “micromachismos”.
Decía Luis Bonino Méndez, el creador de este término, que “son pequeñas tiranías, terrorismo íntimo, violencia blanda”, que “producen un daño sordo y sostenido a la autonomía femenina que se agrava con el tiempo”. En mi opinión, la sociedad debería ser más sensible ante los micromachismos. Si una persona va andando con un paraguas y comienza a llover, abrirá el paraguas nada más comenzar a chispear, no esperará a que diluvie. Porque para cuando llegue ese momento ya se habrá calado. Lo mismo sucede con el machismo, no hay que dejarlo crecer. No olvidemos que, aunque hayamos avanzado mucho en la lucha por una sociedad igualitaria, todavía queda mucho camino por recorrer y todos tenemos en nuestra mano dar un paso más. Y es que el avance no está solo en disminuir el porcentaje de desigualdad salarial -que es, por supuesto, importante-, sino que va desde una llamada al 016, hasta un padre o madre que corrige a su hijo cuando dice “no quiero eso porque es de niñas”, pasando por una adolescente que no deja que su novio le diga cómo debe vestir.
Pero esto no quita que en ocasiones se tomen medidas contra estos micromachismos sin mucho sentido y que pueden llegar a causar el efecto contrario al de igualdad de género. Este es, en mi opinión, el caso de los semáforos “feministas” instalados en Valencia este año. 


Pero antes de cuestionar la medida que se ha tomado pensemos primero si de verdad existe un problema en nuestros semáforos. ¿Son o no son sexistas? Y lo primero que yo me pregunto es: ¿por qué el monigote que hay actualmente tiene sexo? ¿por qué es un hombre? Yo cuando llego al paso de cebra y miro el semáforo lo que veo es una representación simplificada de un ser humano, no distingo ni sexo, ni raza, ni orientación sexual. Por lo tanto, ¿dónde está la discriminación? Sí que es cierto que la sociedad suele considerar este monigote un hombre, así que quizás sería más apropiado usar otro símbolo que no deje lugar a dudas, como una mano indicando que se puede o no pasar. ¿Pero de verdad la solución propuesta por el ayuntamiento de Valencia es correcta? ¿Poner una falda a los monigotes de los semáforos promueve la igualdad? Es imaginable la cantidad de críticas negativas que recibió esta iniciativa. Comentarios como “¿ahora sólo si eres mujer y llevas falda puedes cruzar?” llenaron las redes sociales de quejas hacia el ayuntamiento de Valencia. En mi opinión, se debería usar otro tipo de simbología o, por lo menos, poner en el semáforo al hombre y a la mujer, y no solo a la segunda. Pero poner un monigote con falda no hace más que empeorar la situación. Y para conseguir algo así es mejor no hacer nada, ya que en esta ocasión es peor el remedio que la enfermedad.

Así que, en conclusión, se deben tomar este tipo de decisiones con más cabeza y reflexionando si de verdad la solución es mejor que el problema. Este tipo de medidas no hacen sino promover aún más el machismo, ya que vuelven al tópico de siempre de “mujer con falda y hombre con pantalón”. Debemos luchar contra el machismo, no incitarlo aún más.

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