jueves, 10 de noviembre de 2016

"Trump, un primer paso hacia el abismo", un artículo de opinión de Mario García-Oliva, de 4º ESO B

No han pasado ni 24 horas desde que Donald Trump, el multimillonario magnate inmobiliario estadounidense, ha sido proclamado como ganador de las elecciones presidenciales celebradas en los EEUU, y las reacciones provenientes de todo el mundo no paran de llegar.
No creo que nadie pensase hace unos pocos meses que semejante persona, a la cual hemos ido conociendo en su faceta más polémica y provocadora durante la pasada campaña electoral, tuviera la más mínima posibilidad de llegar a la Casa Blanca, insigne residencia de tan importantes personas como John F. Kennedy, Abraham Lincoln o Barack Obama, y en la que se han tomado algunas de las decisiones más importantes de las últimas décadas.
Pero la culpa de que una persona de tan baja talla moral, ética y política haya alcanzado la victoria electoral no recae solamente en el Partido Republicano, que le eligió como candidato presidencial con una holgada mayoría, sino también en el Partido Demócrata, que no supo elegir correctamente a su propio candidato. Con ello quiero decir que Hillary Clinton no era quien debería haber sido elegida para liderar tal responsabilidad, pero, a mi juicio, el establishment le debía más de un favor, y justo eso, es lo que la ha llevado a la perdición política y al final del Clan Clinton.


No creo equivocarme al decir que el senador independiente por Vermont, Bernie Sanders, autodenominado socialista, poco menos que un comunista para los estadounidenses, y un mero socialdemócrata en Europa, era la candidatura demócrata que sí hubiese podido hacer frente a Donald Trump en unas hipotéticas elecciones entre ambos. Pero otra vez más los poderes fácticos hicieron que el verdadero progresismo se viese truncado en el país donde la sanidad pública aún no existe y el gobierno es influenciado a niveles inimaginables por los lobbies.
Pero no vayamos a creer que el fenómeno provocado por Donald Trump es un caso aislado que habrá que aguantar 4 años hasta que se le pueda dar por olvidado. Trump es el inicio de una tendencia política hacia la derecha más radical. El recién elegido Comandante en Jefe de los EEUU no es el primer político que en los últimos meses o años ha triunfado con un discurso cuando menos intolerante, xenófobo y extremista. Rodrigo Duterte podría ser el ejemplo más extremo de este nuevo tipo de políticos que, con mucha puesta en escena, una cantidad abrumadora de propuestas populistas y una gran crisis económica, han llegado al poder.
Ni tan siquiera Europa, remanso de paz, libertad y democracia en todo su conjunto (excepto Bielorrusia con Aleksandr Lukashenko) se mantiene ajena de los movimientos políticos no tradicionales. Desde Alemania con Alternativa para Alemania, hasta Francia con el Frente Nacional, sin olvidar la Liga Norte italiana y el griego Amanecer Dorado. Europa también ha sufrido, como nadie se atreve a negar, una gran crisis, la más fuerte en casi un siglo. La gente está cansada, harta, desencantada, aburrida y asqueada con aquellos que no supieron predecir la crisis, y que ahora nos intentan vender la fórmula mágica que nos permita salir de ella. De esto se alimentan estos partidos  y, a pesar de  que generan todavía un importante rechazo social, no es descartable que a medio o incluso corto plazo puedan llegar a la cima de lo que previsiblemente será su apogeo. Aún quedan unos años para ello, por lo que no estará de más que nos vayamos acostumbrando a más “Trumps”, porque sin lugar a dudas, los habrá.
Otra vez, como ha pasado durante décadas, o si no siglos, la sociedad busca refugio en los malos momentos en proyectos políticos nada ortodoxos. Los mismos movimientos políticos, tal vez más moderados, tal vez solo con siglas cambiadas, que nos llevaron a un sinfín de guerras y conflictos mundiales son los que ahora se presentan como salvadores de una sociedad en decadencia. La humanidad muestra constantemente que no es capaz de aprender del pasado, tropezando una y otra vez en la misma piedra.
Ninguna duda cabe de que estamos en una encrucijada histórica:  con nuestros votos podemos decidir si queremos gobiernos respetuosos con la libertad, la democracia y los Derechos Humanos, o si optamos por alternativas extravagantes que nos conduzcan, como en el caso de EEUU, al borde del abismo.



1 comentario: